martes, 15 de febrero de 2011

100 veces

Juro que me volvió loca. Loca de remate. Los momentos con él eran tan intensos que lo único que se recordar es su aroma. Nada más. El día que nos conocimos, nuestro primer beso... Nada. Al intentar grabarlos a fuego en mi memoria me derritió hasta el punto de hacer desaparecer todo lo que había antes.
Quererle era adictivo, era una droga; lo necesitaba para respirar, para que mi corazón no se parara. Y estoy segura de que él también me necesitaba a mi. Eramos unos críos sumidos en el amor más inflamador, más ardiente que nadie pudiera imaginar. Tomamos un tren y nos fuimos a París, donde pudiéramos ser los dueños de todas nuestras noches.
No me comprendía. Lo único que conocía de mi era mi cuerpo. El resto no le interesaba. Me engañó con más de las que me gusta imaginar pero siempre, siempre conseguía que le perdonara con un beso y un par de caricias. Yo, aun detestandole sobre todas las cosas, aun viéndolo como el ser humano más miserable de la tierra era incapaz de pasar una noche sin él.
Entonces, un día, desapareció. Así, sin más. Encontró a otra. Pero, con las prisas, se olvidó la pistola.
Desnuda, sentada en el suelo de aquel cuartucho destartalado me debatía entre matarme a mi o matarle a él. Reflejada en un espejo, con mi pelo alborotado y la cara enrojecida me di cuenta de que era así como le gustaba a él: desesperada, histérica, inflamable.
Temblando agarré el cepillo que reposaba en la mesilla. A medida que los rizos iban desapareciendo las lágrimas dejaron de caer por mis mejillas. Respiré hondo, despacio. Todo se convirtió en calma.
Cuando mi pelo se volvió liso yo había cambiado.
Él ya no tenía control sobre mi.
Era libre.





Pd: Por si os sonaba, me inspiré en un relato de la película Melissa P. Realmente, cuento la historia que  narra la abuela de Melissa, pero un poco más a mi manera. Y es que me pareció tan bonita que me dio pena que se quedara ahí, como cinco minutos de una película no muy conocida : )

Pd2: Ya terminé los examenes!!! : DDDD