sábado, 5 de marzo de 2011

De otra manera es muy complicado, así que...

¡Reformando!

Me doy la baja unos días, volveré con todo más mono.
: )

miércoles, 2 de marzo de 2011

Nunca, nunca.

-A mi madre la violaron cuando tenía 16 años. De ahí, nací yo y por eso no me quería. Supongo que tengo que dar las gracias de que, en aquella época, abortar fuera pecado mortal. De todas formas ella se encargó de recordármelo a cada momento: que yo era un error inútil, que le había estropeado la vida, que no sabía por qué no me tiró a cualquier cubo de basura cuando era una cría berreante.- a la morena ya no se le empañaban los ojos al repetir aquello. De nada le servía llorar, eso no iba a cambiar los recuerdos de los años pasados.
Tenía las mejillas encendidas y miraba fijamente su vaso de ron a medias. A sus 22 años, esa era la primera vez que tomaba una copa, el día de la muerte de su madre. El día que la casa se le cayó encima y los silencios de su oscuro piso comenzaron a morderle las entrañas. Salió desesperada, buscando un sitio caliente en el que olvidar tanto penas como alegrías.
La rubia, la de ojos oscuros y penetrantes estaba sentada a su lado, fumándose lánguidamente un cigarrillo. Suspiró, desperezándose, sin variar su gesto indiferente.
-A mi me violaron la semana pasada, pero no por eso voy a dejar de quererme. ¡Ah, no, joder!- sonrió, divertida.- ¡Que yo nunca me he querido!

viernes, 25 de febrero de 2011

Hazlo en lápiz. O en pincel.

Quiso ser -y no fue- silencio escondido entre acordes. Pausó sus melodías pretendiendo encontrar los bemoles que le llevaran al cielo. Persiguió quimeras disfrazadas de orquestas sinfónicas de renombre, pero siempre extendieron sus alas justo cuando acariciaba con la yema de los dedos su concepto. Se embadurnó en música, evitando que los bisbiseos de las serpientes, criticonas y metomentodo, cruzaran ni tan siquiera sus oídos. Fue uno con la música hasta el punto de que ya no necesitaba tocar; se había convertido en un ente musical, un espíritu hecho de arpegios.
Y, entonces, Ernö Arte comenzó a pintar.

martes, 22 de febrero de 2011

Capítulo 9

-Sonríe- me dijo.
Y yo no podía parar de llorar.


Las Cenizas de Ángela - Frank McCourt.

viernes, 18 de febrero de 2011

Llámame Danielle

-Quedate un rato más, Daniela.- sonrió él, mirándola sin incorporarse.- Vamos, un ratito más, Elena no volverá hasta dentro de tres horas.
La pelirroja le ignoró. Sentada en el borde de la cama, buscaba su ropa entre el desorden de la habitación. Encontró su vestido verde enredado en los vaqueros de él y no le hizo ninguna gracia pensar en lo que le costaría llevarlo al tinte. Era su vestido favorito y no debía haberlo llevado puesto aquella tarde.
-Vamos, bonita, quedate conmigo...- se incorporó Javier, poniendo pucheros, pasando una mano por su cabello rubio y enmarañado.- Venga, Daniela, no seas así.
-Llámame Danielle.- respondió ella, indiferente, mientras recogió su cabello en una coleta. Se miró de refilón en el espejo sobre la cómoda y comprobó que no tenía mal aspecto. Después de todo, ella era de ese tipo de chicas que están preciosas sin maquillar, con la cara lavada. Sus ojos verdes le devolvieron una mirada llena de reproches y ella no pudo por menos que sonreír amargamente.
Él se rió. Continuaba teniendo esa risa sonora y contagiosa y aquella sonrisa tan bonita. Si tuviera que elegir, ella se quedaría sin duda con la sonrisa de Javier, por muy azules que fueran sus ojos y muy intensa que fuera su mirada. Le recordó al Javier que vio aquel día, ya más de diez años atrás, cuando su primo Miguel les presentó en la orilla de una playa cántabra. Ella solo tenía catorce. Él, algo más de dieciséis.
Sacudió la cabeza, evitando que las olas de los recuerdos alteraran la calma obligada de su mente.
-¿A qué viene esa tontería? Me gusta como suena Daniela. Es muy de niña. Muy tú.- le guiñó un ojo, desperezándose.- Huele a flores, como el día que te conocí, ¿te acuerdas? Con esa sonrisita de niña buena y dos coletas rojas. Era preciosa, Daniela, en serio. Todos nos quedamos con la boca abierta al verte. ¿Te acuerdas de aquellos vaqueros cortitos cortitos que solías llevar? Esos que dejaban ver las curvas de tus piernas. Que culo te hacían, joder. ¡Como para olvidarlo! Creo que como siga pensando en ellos vas a tener que volverte a meter en la cama a echar otro par de polvos...
-No te lo repito más.- continuó sin mirarle, recogiendo sus bragas y poniendoselas sin prisas.- Llámame Danielle.
Él se echó hacia atrás, apollando en las almohadas su espalda tatuada.
-Dame un buen motivo.
Solo entonces ella se volvió, seguida por el vuelo de su vestido. Clavó su pupila en los ojos de él sin variar su expresión de indiferencia. Tomó aire, desperezándose, y comenzó a hablar.
-Daniela era una cría.- comenzó.- Una niña cursi de esas que viven obsesionadas con encontrar el amor. Era buena estudiante pese a aguantar las palizas de su padre y los reproches de su madre, que no paraban ni un segundo. Le encantaba el olor a flores y un chico de ojos azules llamado Javier para el que fue invisible hasta que se puso aquellos vaqueros que, curiosamente, me acabas de recordar. Una noche Javier se la llevó al baño de Las Tentaciones y se la folló como le dio la gana. No tuvo en cuenta que aquella fue su primera vez ni lo mucho que le estaba doliendo, él no paró. Y después, por supuesto, no volvió a dirigirle la palabra hasta finales de verano. Lloró tanto aquellos meses que se quedó sin lágrimas. Y se convirtió en Danielle. Porque a Danielle, querido mío, no le hace falta que nadie la quiera. Nadie más que ella misma, claro.
Una vez terminó su discurso se sentó de nuevo en la cama, atándose aquellas sandalias doradas que había conseguido en las últimas rebajas. Quedaban francamente bonitas enlazándose con su piel tan blanca. Javier, aun en la cama, no articuló palabra, sumido como estaba aun en lo que acababa de escuchar.
-Tú solo te follaste a Daniela una vez. La primera y la última.- añadió ella, mientras caminaba hacia la puerta de la habitación, dispuesta a marcharse a casa.- No te mereciste más. A la que llamas de vez en cuando para meter en tu cama cada vez que la novia de turno tiene que salir es a Danielle. Ella es la que pierde su tiempo contigo sin esperar más de uno o dos orgasmos. Porque, la verdad, tampoco sabes hacerlo mejor.
Pudo haberse despedido de otra manera, pero pensó que era mejor así. Javier había sido una constumbre, ni mala ni buena, simplemente una costumbre que no quería soltar, por muy insulsas que fueran las noches con él. Pero vamos, que tampoco merecía que se le dedicara demasiado tiempo.
Caminando bajo aquel sol de agosto, lo único en lo que podía pensar era en darse un baño relajante.
¿Dónde habría dejado aquellos pantalones vaqueros?



Pd: La primera vez que escribí esta entrada fue en un blog antiguo que, tras escribir pocas entradas, decidí borrar al no estar del todo cómoda con él. Por si os sonaba : ) 

martes, 15 de febrero de 2011

100 veces

Juro que me volvió loca. Loca de remate. Los momentos con él eran tan intensos que lo único que se recordar es su aroma. Nada más. El día que nos conocimos, nuestro primer beso... Nada. Al intentar grabarlos a fuego en mi memoria me derritió hasta el punto de hacer desaparecer todo lo que había antes.
Quererle era adictivo, era una droga; lo necesitaba para respirar, para que mi corazón no se parara. Y estoy segura de que él también me necesitaba a mi. Eramos unos críos sumidos en el amor más inflamador, más ardiente que nadie pudiera imaginar. Tomamos un tren y nos fuimos a París, donde pudiéramos ser los dueños de todas nuestras noches.
No me comprendía. Lo único que conocía de mi era mi cuerpo. El resto no le interesaba. Me engañó con más de las que me gusta imaginar pero siempre, siempre conseguía que le perdonara con un beso y un par de caricias. Yo, aun detestandole sobre todas las cosas, aun viéndolo como el ser humano más miserable de la tierra era incapaz de pasar una noche sin él.
Entonces, un día, desapareció. Así, sin más. Encontró a otra. Pero, con las prisas, se olvidó la pistola.
Desnuda, sentada en el suelo de aquel cuartucho destartalado me debatía entre matarme a mi o matarle a él. Reflejada en un espejo, con mi pelo alborotado y la cara enrojecida me di cuenta de que era así como le gustaba a él: desesperada, histérica, inflamable.
Temblando agarré el cepillo que reposaba en la mesilla. A medida que los rizos iban desapareciendo las lágrimas dejaron de caer por mis mejillas. Respiré hondo, despacio. Todo se convirtió en calma.
Cuando mi pelo se volvió liso yo había cambiado.
Él ya no tenía control sobre mi.
Era libre.





Pd: Por si os sonaba, me inspiré en un relato de la película Melissa P. Realmente, cuento la historia que  narra la abuela de Melissa, pero un poco más a mi manera. Y es que me pareció tan bonita que me dio pena que se quedara ahí, como cinco minutos de una película no muy conocida : )

Pd2: Ya terminé los examenes!!! : DDDD

domingo, 13 de febrero de 2011

Nada va a vencernos

Nada va a vencer el tictac de los relojes, ni el paso del tiempo embravecido. Nada vencerá la corriente de los ríos ni el deshielo de los polos y el sol seguirá brillando cada vez más y más fuerte. No vamos a cambiar el mundo, pero podemos intentarlo. Puedes hacer historia y yo podría escribirlo, ¿no te parece? Puedo pasarme las horas contando los minutos que se prenden de tu pelo y las preocupaciones que te fruncen el ceño. Puedo descifrar el por qué de tus sonrisas distraídas y de tus gestos más simples. Puedo hacerlo, quiero hacerlo. Puedo pasarme los días alimentándome de tu aliento, pegada a tu alma. Que no quiero ser otra cosa que poesía en tus labios y elemento indispensable en tus rutinas.
Puedo ser lo que me pidas que sea. 
Porque, una vez consiga colarme en tu mente hasta saberme de memoria los caminos de tus recuerdos y tus anhelos, nada ni nadie nos saldrá al encuentro.
Nada ni nadie va a vencernos.