miércoles, 2 de marzo de 2011

Nunca, nunca.

-A mi madre la violaron cuando tenía 16 años. De ahí, nací yo y por eso no me quería. Supongo que tengo que dar las gracias de que, en aquella época, abortar fuera pecado mortal. De todas formas ella se encargó de recordármelo a cada momento: que yo era un error inútil, que le había estropeado la vida, que no sabía por qué no me tiró a cualquier cubo de basura cuando era una cría berreante.- a la morena ya no se le empañaban los ojos al repetir aquello. De nada le servía llorar, eso no iba a cambiar los recuerdos de los años pasados.
Tenía las mejillas encendidas y miraba fijamente su vaso de ron a medias. A sus 22 años, esa era la primera vez que tomaba una copa, el día de la muerte de su madre. El día que la casa se le cayó encima y los silencios de su oscuro piso comenzaron a morderle las entrañas. Salió desesperada, buscando un sitio caliente en el que olvidar tanto penas como alegrías.
La rubia, la de ojos oscuros y penetrantes estaba sentada a su lado, fumándose lánguidamente un cigarrillo. Suspiró, desperezándose, sin variar su gesto indiferente.
-A mi me violaron la semana pasada, pero no por eso voy a dejar de quererme. ¡Ah, no, joder!- sonrió, divertida.- ¡Que yo nunca me he querido!